Poseemos
el derecho de elección de nuestra alimentación diaria, pero enmarcados en una
cultura nutricional cambiante, de exagerados contenidos grasos, altos en sal, aditivos
y escasos de nutrientes; y esto como consecuencia de un régimen laboral
extenuante que limita nuestra posibilidad de preparación y nos obliga a adecuar
nuestra alimentación a nuestras necesidades. Es por ello que nos vemos casi obligados al consumo de
productos que faciliten nuestras actividades en la cocina, que nos ahorren
tiempo en preparaciones, y además guiados por una nueva moda creciente en
centros de comida rápida, exponiendo nuestra salud a manos de éstos.
Al
preguntarnos cómo ha cambiado nuestra alimentación, o qué nuevos hábitos hemos
obtenido en este intercambio de conocimientos generacional, nos damos cuenta que lo único
que hemos logrado es reducir alimentos nativos, alejarnos de costumbres y hasta
en comportamientos que discriminan nuestras raíces, excluir lo nuestro.
Los
conocimientos de nutrición no se limitan a profesionales de la salud, están al
alcance de todos, pero realmente nos hemos detenido a pensar ¿Qué comemos?, le
hemos encargado este deber a las madres, quienes por lo general se encargan de
la alimentación en los hogares; pero cuando en el sobrecargo del trabajo o los
estudios, el hambre que como condición natural y necesidad que debe
satisfacerse en los más estrictos horarios
posibles, nos detiene; en lugar de ceder este tiempo a una dieta adecuada, por
el contrario buscamos satisfacer nuestro hambre con algún snack o bebida
gasificada, ¿Sabemos realmente que estamos consumiendo?, ¿Hemos leído el
contenido de este producto?, ¿Sabemos quién sí o quién no debería de consumirlo?.
Más de la mitad de la población sufre de
sobrepeso y obesidad.
¿No es alarmante?, pues uno de cada
cuatro niños tiene sobrepeso.
Hoy
las enfermedades han invadido nuestros hogares, silenciosos verdugos asechan a
nuestras familias y son las personas que en déficit de enfermedad se llaman
sanas; pero las cifras de obesidad, sobrepeso, hipertensión, aumentan en
números alarmantes.
La
incansable lucha por el derecho al conocimiento sobre nuestra alimentación, hoy
por fin rinde los más reconfortantes triunfos. La aprobación del
Manual de Advertencias Publicitarias en el marco de lo establecido en la
Ley Nº 30021, Ley de promoción de la alimentación saludable para niños, niñas y
adolescentes, y su Reglamento aprobado por Decreto Supremo Nº 017-2017-SA,
completa la lucha incansable de profesionales y del Colegio de Nutricionistas del
Perú, por lograr brindar verazmente la información nutricional de los productos
que consumimos, respetando nuestro derecho al consumo informado y negando la
posibilidad de publicidad engañosa de alimentos procesados respecto a
nutrientes y aportes calóricos.
Siete meses de atraso, la larga espera que enfrentó
a los poderes del estado ha concluido, años en busca de esta solución a la
enfermedad ocasionada por la falta de conocimiento acerca de lo que comemos y
su repercusión sobre nuestra salud ha concluido. Hoy la población tiene derecho
a estar informada.
La Ley de Alimentación Saludable formula la
creación del centro de monitoreo de obesidad en niños que gestionará y
sistematizará información y evidencias de investigaciones sobre la situación de
sobrepeso y obesidad, que además incluirá como parte obligatoria la inclusión
de actividad física y el acceso a alimentación saludable en quioscos escolares,
ya que la alimentación del escolar es directamente proporcional al rendimiento
durante las horas de estudio y su formación.
Este etiquetado se basa en los parámetros de la Organización
Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, y busca brindar
a la población la información organizada de forma entendible y de fácil acceso.
La dificultad de comprensión de etiquetado porcentual ocasionaba que se ignore
completamente el contenido del producto. La propuesta de octágonos aprobada y de
actual funcionamiento en el MERCOSUR y Chile, da claros resultados de
comprensión de la información presentada, con la que hoy, nosotros podemos
conocer qué consumimos, claro la concientización de esto tardará un poco en
llegar, pero al final lo hará.
Finalizado el plazo de adaptación, nosotros como
consumidores podremos leer claramente en la etiqueta nutricional del producto
industrializado al que accedamos, ALTO EN AZÚCAR, ALTO EN SODIO, ALTO EN GRASAS
TRANS, etc. con esto fácilmente sabremos qué debemos y qué no consumir. Este es
el momento de frenar la ola de enfermedades crónico transmisibles que a ritmo acelerado
crece entre nosotros, nuestros niños tienen derecho a una vida saludable, y debemos
saber las consecuencias que tienen la obesidad y el sobrepeso sobre nosotros y
de forma especial sobre nuestros niños. Somos lo que comemos, neguémosle por
fin el cargamento de azúcar, sal y grasas que consumimos diariamente a nuestro organismo;
concienticémonos sobre la alimentación que tenemos, quitemos de raíz la
equivocada frase “De algo tenemos que morir”, y brindémonos la oportunidad de
vivir felices y libres de enfermedades.
Hoy es momento de cambiar, cambiemos nuestra
alimentación industrializada y abramos espacio para nutrientes naturales, abramos
espacio para una alimentación balanceada.
Ximena Vizcarra Pérez
Estudiante de Ciencias de la Nutrición
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